Coleccionar es un acto de locura
Coleccionar es un acto de locura. Hace 26 años un hombre recolecta la pelusa de su ombligo mientras espera a que el agua del baño se caliente. Como el Arte se trata de la vida, encontramos colecciones tan o más extravagantes que los resquicios que brotan del cuerpo. ¿Qué nos lleva a coleccionar fechas (On Kawara), portadas de libros (John Baldessari), restos humanos para un anillo de compromiso (Jill Magid) y pagar por ello? Convertimos las manías en actos rutinarios que a la larga tienen sentido. “¿Qué otra cosa es una colección más que un desorden al que el hábito ha acomodado al punto de hacerlo parecer algo ordenado?”, dice Walter Benjamín.
Una colección no es una experiencia que se diluye en el tiempo: es un acto necesario para vivir.
Coleccionamos momentos, objetos, ideas a las que les dedicamos tiempo, dinero esfuerzo e investigación. Nos interesa crear un legado.
Coleccionar arte se trata de lo mismo. Un coleccionista adquiere esculturas, pinturas y piezas que dicen algo de sus emociones y sus ideas. Una expresión del deseo materializado. Los artistas imaginan realidades que transgreden las leyes lógicas del mundo y coleccionar arte me permite vivir en esos escenarios soñados. Picasso inventó realidades fragmentadas; Dalí, escenarios oníricos; Pollock redujo las formas de los objetos en trazos abstractos; Rafael dibujó la cartografía del cielo a la tierra.
Un museo no sólo expone obras artísticas, sino que también posee criterios para adquirir las que le parecen interesantes. Para el Moma, es fundamental que la obra hay roto un paradigma del arte en el momento en que se da a conocer, pero para el Hermitage es más relevante que tenga una relevancia histórica.
Estos museos también tienen criterios distintos respecto de las cantidades de obras que completan su acervo, el MoMA tiene 150 mil piezas y 22 mil películas; el Louvre 480 mil y el Hermitage 3 millones. Lo mismo sucede con los coleccionistas: Mujer III, de William de Koonig se encuentra entre las cientos de piezas de David Geffen; I… I´m sorry de Roy Lichtenstein entre la colección de Eli Broad (2 mil piezas). Y en 2015 se reveló que Steve Cohen había pagado $141 millones a la casa de subastas Christie’s por L´Homme au doigt (1947) de Alberto Giacometti.
Una colección va más allá de los números. El Louvre no es uno de los museos con mayor número de piezas, pero cuenta con la Mona Lisa; Steve Wynn no es el coleccionista número uno, pero cuenta con primer autorretrato que Van Gogh firmó después de haberse mutilado la oreja. Sólo hay un Guernica y está en el Reina Sofía. Lo más poderoso de una colección está en las asignación el valor.
Para una persona los relojes que se desvanecen son emocionantes, para otra lo sería coleccionar arañas encerradas en una habitación. Lo extraordinario de las colecciones es que nosotros creamos los criterios que conforman ese grupo de objetos que le dan sentido a nuestra vida. ¿ A ti cuáles son los mundos que te gustaría habitar a través de tu colección?