Casa Nakasone

¿Es la historia del arte, en este sentido, una obra de arte en sí misma? Nuestro consumo artístico se produce la mayoría de las veces a través de recursos secundarios: a través de libros, medios, tiendas de arte, reproducción de imágenes; a través de los registros que tenemos de ello, a través de las voces de los expertos y a través de la historia misma. Por tanto, sigue en pie la cuestión del valor inherente de una obra de arte. ¿Existe algún tipo de propiedad perteneciente a la propia obra de arte que no cambie con los contextos? ¿Es inmutable el valor de la obra de arte? ¿Puede cambiar el significado de la obra de arte, dependiendo de dónde se exhiba y de cómo se exhiba?

En resumen: ¿qué significa acceder a una pieza, o a una serie de piezas, o a una exposición sólo a través de documentos? A través de los registros creados del mismo.

Casa Nakasone

La exposición de arte Casa Nakasone dialoga con estas preguntas, y es también resultado de ellas. El proyecto comenzó con una pieza de Gabriela Salazar que quería exponer (Hook Crooks, Fair Fools), una pieza muy matérica, parecida a un carril de piezas. Tuve la oportunidad de conversar con Pavel Escobedo y Andrés Solíz del estudio de arquitectura Escobedo-Soliz, y fusionarnos en el proyecto juntos. Estaban construyendo Casa Nakasone, una pieza residencial y antes de entregar la vivienda al cliente final, pensamos en activar el espacio con arte. Decidimos acercar la exposición al público a través de los documentos.

Las piezas exhibidas

Las piezas seleccionadas fueron principalmente conceptuales y deberíamos ser un concepto a partir de ellas. “Nakasone” como palabra, como concepto. Si recordamos, el «Word-art» se hizo prominente en la segunda mitad del siglo XX con el desarrollo del arte conceptual. El espectador se enfrenta a una obra de arte repleta de palabras que transmiten fácilmente un mensaje. El mensaje es similar a una composición poética en la medida en que se idean y reúnen significados complejos en pocas frases. Sin embargo, el mensaje contiene algo más que poesía. En John Baldessari, por ejemplo, vemos un uso irónico de las palabras; En Barbara Krueger vemos un uso político de las palabras. Ser original en este género artístico requiere dominio, ya que hay que vincular o conectar de manera efectiva los significados con la distribución de las palabras dentro de una superficie. Esto ya requiere habilidad de diseño y elección de una tipología personal, pero en la obra de arte también necesitamos algo más: las palabras distribuidas deben conectarse adecuadamente con formas pictóricas. En el caso de Bermellón de Artigas (2017), los colores utilizados no solo ejemplifican la etiqueta que lo refiere (“bermellón”) sino que también relacionan color y etiqueta con significado. Sorprendentemente, en esta obra el artista utiliza un tono naranja en lugar de bermellón, por lo que esto en sí mismo proporciona una dislocación en la identificación inmediata entre el color ejemplificado y la etiqueta. Llamémosle a esto la “retórica” de la obra. No es que Artigas sólo esté invitando a revelar el significado de las frases blancas particulares; Necesitamos hacer más que solo esto para apreciar dicho trabajo. Teniendo estas dimensiones, Vermilon se acerca al minimalismo y, respecto a consideraciones estéticas, la presentación sigue tipografías cinematográficas y también modo de presentación cinematográfico, como si de una pantalla se tratara. En cuanto a la forma pictórica, la disposición de los elementos es elegante, en algún momento simple, pero la composición general es equilibrada y parece flotar naturalmente en un campo o espacio indeterminado, anaranjado, cercano al bermellón. En Cadmium Vermilion Red (2017) se plantea la misma retórica –donde la etiqueta, las frases y el medio pictórico son coherentes– pero vemos un avance de la narrativa de las frases mismas. Mientras que en Bermellón las inhalaciones e ingestiones (a las que se alude con los colores utilizados) causan daños a partes del cuerpo, en Rojo Vermilion Cadmio las inhalaciones e ingestiones incluyen también daños a los “huesos”. Hay una culminación en la narrativa con daño óseo. Por qué el artista se detuvo ahí en la narrativa es ciertamente algo digno de preguntarse.

El trabajo de Gabriela Salazar explora material no convencional para promover su arte. Juega con lo impactante pero también se templa, ganando sensación de equilibrio. Visualmente, Knot Level (2012-19) presenta un tubo de vinilo lleno de líquido azul. El azul saliente crea una agradable disposición perceptiva cuando se combina con curvas suaves y alargadas. Es más, alcanzamos una sensación de “horizonte” muy lejano, cuando vemos cuatro líneas que dividen el portentoso azul de la blancura. En este sentido, la pieza podría verse como una obra de paisaje. También es importante ver el anzuelo encontrado en la parte superior. Este es un elemento recursivo que impregna la obra de Salazar. En Hook Crook, Fair Foul (2017-18), el artista enfatiza la presencia de ganchos encontrados para la composición general. Estos ganchos sostienen otros materiales, como madera, caucho, plastilina y pulpa de papel. Como puede notar el espectador, algunos ganchos están llenos y otros vacíos, como marcando una discontinuidad en la disposición lineal. De hecho, estos ganchos se convierten en una presencia, una metáfora del respeto a la posesión y la desposesión, como un movimiento entre el contenido y el vacío. Visualmente, los distintos elementos tienden a respetar los espacios entre sí pero también forman una unidad compositiva. Hay un orden palpable, aunque no necesariamente un patrón. Esto crea una sensación de desplazamiento de la composición, como si partiera o llegara a un espacio más diluido. En Wall Wedge (2012), Salazar dispone la madera de tal manera que crea una impresión de dinamismo respecto de la curva y un punto creado por la pared y el piso, que “tira” el material hacia un centro móvil. Esto proporciona una sensación de movimiento en el conjunto, como si la pieza fuera algo volátil. Sin embargo, la materialidad de la madera también hace que la pieza sea más pesada, ya que está firmemente arraigada en el suelo. Es como si la pieza fuera una mezcla de ligereza y un material que ya no queda libre, siendo arrastrado por este centro móvil.

La pieza Circuito número 1 (2017) de Manuela García continúa la línea inaugurada por Malevich, que presenta la “cuadratura” como tal con un significado simbólico, casi místico, religioso. La blancura de la pared refuerza este punto, pues hay una pureza que se abre paso a través de la pieza. Al mismo tiempo, un cuadrado, como figura, es simple, pues consta simplemente de cuatro líneas iguales unidas en sus extremos. Es importante destacar que en esta pieza esos extremos están hechos de algo que es bronce o algo parecido al bronce, por lo que estos materiales cuestionan las intersecciones. La disposición de esta figura material es sencilla y se da una sensación de flotación por la falta de contenido de la obra (vemos un vacío). Sin embargo, la introducción del bronce añade algo de peso a la pieza, por lo que se mantiene en equilibrio dentro de sí misma.

El aire parece ser un elemento recurrente, tanto en el circuito como en el arco, donde ese dejar pasar el elemento constituye parte de la composición. En el caso del arco, el aire juega un papel: es el generador del movimiento, el que da vida a la pieza, permitiendo un dinamismo que la convierte en piezas infinitamente diferentes. La tensión entre el arco, el techo y el suelo, resulta de igual importancia, porque es esa tensión la que da la forma misma a la pieza.

Finalmente, “Obsidiana” de Manuela García es la representación misma del concepto y del tema: el título se llama obsidiana, pero es papel. Es completamente contraria a la gravedad y pesadez de una piedra, siendo una pieza ligera.

Cada una de las siete piezas resulta visualmente como una extensión espacial de los espacios diseñados por Escobedo y Soliz para Nakasone: ladrillo y naranja (Artigas), azul sobre azul (Knot Level), madera sobre madera (wall cuña), piedra sobre piedra (Obsidian ), cuadrado en cuadrado (circuito N.1) y la tensión necesaria del techo y pared para formar el arco de García.

Finalmente, me gustaría llamar la atención sobre un elemento fundamental de Nakasone para la percepción: la luz que aparecía y desaparecía, pero siempre regresaba. La luz, el elemento indispensable para hacer de cualquier objeto, un objeto de percepción, conversación o apreciación

Regina De Con Cossío