Historia de las bienales de arte: Un breve recorrido por sus orígenes
La historia de las bienales de arte está estrechamente vinculada a los desarrollos industriales, sociales y nacionales de Occidente. Sus orígenes pueden rastrearse desde la segunda mitad del siglo XIX cuando países como Francia e Inglaterra buscaban consolidar su imagen como nación.
El siglo XIX se vio marcado por la entrada de la modernidad y la necesidad de los Estados por definirse geopolíticamente y establecer una identidad nacional que les diera cohesión como territorios unificados por características sociales, políticas y económicas. En este contexto, la producción artística de cada país se convirtió en un estandarte ideal para exponer, enaltecer y sentar los valores nacionales.
El antecedente directo de las bienales de arte son las Exposiciones Universales que, durante 1851 a 1933, se establecieron como escaparates centrados en la presentación al mundo de los avances tecnológicos y científicos que cada país llevaba a cabo dentro de su proceso de industrialización. El concepto de universalidad estaba arraigado en las principales bases de la modernidad, como el progreso, la autonomía y la soberanía.
Si la modernidad buscaba llevar al mundo entero hacia un momento de soberanía humana, las Exposiciones Universales significaban el escenario perfecto para mostrar los dominios de las naciones y, con ello, fortalecer lo que más tarde conoceríamos como nacionalismo: un concepto que, lejos de ser incluyente como lo han intentado hacer las bienales de arte, reafirma la autodeterminación política y la diferencia entre países. No es fortuito que se haya —y se siga— utilizado al arte para demarcar los valores y poderes de cada nación.
Tomando como referente las Exposiciones Universales, la primera bienal de arte fue concebida en 1893 bajo el nombre de Bienal de Venecia. Exposición Internacional de Arte, impulsada por el regente de Venecia Riccardo Selvatico. Con casi 130 años de historia, la Bienal de Venecia abrió sus puertas por primera vez el 30 de abril de 1895 bajo un formato que incluía la invitación de artistas extranjeros que presentaran obras inéditas, así como la selección por jurado de artistas italianos.
Se trataba de una sola exposición internacional que atendía a la idea de un mundo cada vez más conectado y global. Pero no fue sino hasta 1907 que ese concepto se llevó hacia su máxima expresión con el primer pabellón nacional dentro del Giardini (construido entre 1894-95), que recibió a Bélgica con una propuesta diseñada por León Sneyers. A Bélgica le precedieron Alemania (1909), Francia (1912) y Rusia (1914). Desde entonces, la Bienal ha operado sin interrupción con excepción de 3 ocasiones: de 1916 a 1918 por la Primera Guerra Mundial, de 1942 a 1945 por la Segunda Guerra Mundial, y en 2020 por la pandemia Covid-19.
Es justamente 2022 el año que marca el regreso no solamente de las Bienal de Arte de Venecia, sino del resto de bienales europeas —como Documenta, Manifesta y la Bienal de Berlín—, que han consolidado al continente como centro hegemónico de la exposición de arte. La historia, consolidación y relevancia que aún tienen las bienales es sujeto de análisis con respecto a sus modelos de representación nacional. Si bien en 1893 la Bienal de Arte de Venecia se concibió como “los juegos olímpicos del arte”, a un siglo de distancia la representación por naciones es cada vez más sujeto de cuestionamiento.
Para autores como Olvier Marchart, las bienales de arte han contribuido a la idea de la globalización económica e ideológica, pero también a la descolonización, principalmente después de la posguerra. La otra gran bienal europea que buscó una exposición mucho más global y menos nacional fue documenta en Kassel, que se fundó en 1955 por Arnold Bolde bajo un idealismo definido por la posguerra.
La idea de Bolde era construir una exposición cuyo principal objetivo fuera documentar —de ahí su nombre de documenta en latín— el mundo del arte moderno. A diferencia de la Bienal de Venecia, documenta no se centró en los pabellones nacionales, sino en una presentación mucho más general que permitiera crear un paisaje de lo que a nivel internacional se producía dentro del contexto del mundo moderno. No obstante, la representación de artistas de diferentes naciones estuvo principalmente centradas en aquellos creadores de países europeos o de Estados Unidos, con incipientes participaciones de artistas de México.
El curador y crítico Simon Sheikh apunta que la verdadera contribución a descolonizar las bienales de arte surgió con el importante surgimiento de la Bienal de São Paulo en 1951, al menos 4 años antes de la fundación de documenta. Otros ejemplos de bienales o exposiciones anticoloniales o poscoloniales que contrastaban con la propuesta de la Bienal de Venecia fueron la Bienal de Alejandría (Egipto, 1955), el Primer Festival Mundial de Artes Negras (Dakar, 1966), la Trienal India (1968), la Bienal de la Habana (1983), la Bienal del Cairo (1984) y la Bienal de Estambul (1987).
La creación de estas bienales, lejos de fundamentarse en la construcción identitaria como naciones, se situaron, de acuerdo con Sheikh, entre dos modelos: “una versión poscolonial del modelo veneciano o un modelo anticolonial que instrumentalizó las tradiciones artísticas ‘no occidentales’ en nombre de la política de identidad”
Detrás de las bienales existen contextos de orden político, social o económico que hacen posible establecer eventos como estos. Sería genuino pensar que el objetivo o misión de estos escenarios es la mera exposición del arte o la cultura. Sus bases están dirigidas por procesos de posguerra (como documenta), movimientos sociales (como la Bienal de Johannesburgo, que surgió con el fin del apartheid en 1995, auque solo contó con dos ediciones; o Manifesta surgida en 1990, después de la Guerra Fría), o por razones de mercado, como muchas de la bienales que conocemos hoy en día que están mucho más asociadas a la feria de arte que a la exposición.
En este momento en el que las bienales vuelven bajo un ánimo conciliatorio frente a la pandemia de Covid-19 que cambió las formas de relacionarse y experimental la sociabilidad, parece buen momento para reflexionar sobre el papel y la relevancia que hoy en día tiene no solo la Bienal de Venecia, bajo un formato aún nacionalista, sino el modelo de la bienal en general y las motivaciones que hay detrás de ellas.