Calderón y Piñeros
Proyecto #3

Calderón y Piñeros
(Elkin Calderón Guevara, Bogotá, 1975 / Diego García Piñeros, Bogotá, 1981)
La invitación a escribir supone un desplazamiento: del espacio material al espacio del lenguaje. ¿Qué tipo de apertura o resistencia encontraron en ese tránsito?
Nuestra obra tiene un fuerte componente ligado a la investigación histórica, a la literatura y a la búsqueda de relatos y archivos por lo que no existió ninguna resistencia con el hecho de escribir o pensar en el lenguaje. Sin embargo en ese tránsito si nos enfrentamos a nuevos retos de cómo hilvanar la dimensión histórica con una aproximación más contemporánea y que incluso en un punto se apoyaba decididamente en la AI.
¿Hay un vínculo entre el texto que escribieron y su obra, o prefieres pensarlo como un gesto independiente?
El texto tiene vínculos muy claros con obras anteriores nuestras. Nace justamente de una investigación que estamos haciendo y de historias y relatos que conocíamos y teníamos la intención de profundizar. Nos sirvió como disculpa creativa para buscar nuevas formas narrativas, en este caso ligadas al lenguaje y que abordaran temas que nos interesan como colectivo.
¿Qué lugar ocupa la ficción (o lo poético) en su forma de pensar el arte y el mundo?
No creemos mucho en esa distinción entre ficción y no ficción. Nuestra realidad como latinoamericanos es justamente un crisol que si se escarba un poco, nos permite descubrir universos donde lo poético surge en medio de una realidad absurda y muchas veces violenta. Es necesario entonces tener siempre lista la pala y cavar, sin saber a ciencia cierta dónde ni con qué nos vamos a encontrar.
En este ejercicio donde el lenguaje escrito se volvió su principal materia de trabajo, ¿piensan la escritura como un espacio de libertad o como una zona de restricción?
En “Picnic Extraterrestre” – De la Declaración de Bogotá a las Megaconstelaciones – el ejercicio de escritura tuvo un espacio de libertad muy grande en cuanto a su contenido. Por otro lado, su forma narrativa rígida y tímida inicial, tuvo una evolución orgánica y fue encontrando su propio camino. Allí fue donde la labor de abrir el texto a nivel editorial nos ayudó a explorar, expandir y generar uno que “orbitara” de manera más arriesgada.
La antología apuesta por ralentizar, por dar tiempo a la palabra. En un presente saturado de imágenes y velocidad, ¿qué significa detenerse a escribir?
En ese sentido se podría ampliar la pregunta a qué significa detenerse y usar el tiempo como materia prima en el arte. En cine la analogía tarkovskyana de esculpir en el tiempo o la idea de la imagen-tiempo hace ya mucho nos estaban mostrando y alertando del presente. Ese cambio de ritmo, ese ralentizar da la oportunidad de ver detalles, de tomar aire, de respirar profundo.
¿Qué esperan que encuentre el lector en su texto?
Que encuentre aparentes certezas en historias poco conocidas que nunca parecen haber sido contadas y que contienen un elemento ambigüo. En ese sentido se genera una invitación a dudar de lo que se lee, que al final remite a repensar la historia y sus discursos hegemónicos.



